viernes, 11 de septiembre de 2009

La muerte de Peter Pan



La muerte de Peter Pan



Al corpus musical contemporáneo se le ha muerto, “como del rayo”, el cantante Michael Jackson. Basta decir ese nombre para añadir la figura, ambos en ámbito más bien superficialializante. Imagen y sonido fetichizados cuales presuntos nirvanas elevados a la enésima potencia cultural popular cada vez más que globalizada, inflada como globo a punto de estallar. Desde los ghettos más recónditos hasta los palacios del poder decadente, rey del pop le llamaron. La plebe dizque lo adoraba y hoy más que adora (antes se postraba ante un tótem, hoy ante la efijie de un maniquí que canta y baila); adoración traducida en dólares multiplicados por millones. La élite lo toleraba por sus gemiditos de gato en celo y sus movimientos de títere callejero. Pero ahora todos se masturban con su muerte, en un franco delirio post mortem sin orgasmo a la vista. Qué carísimo contraste se deconstruye en estos convulsionados tiempos (como para no perder la costumbre). Tiempos bajo la égida de un desconocido negro no muy negro -encaramado en la inexpugnable Casa Blanca no muy blanca-, donde un ex negro no tan ex negro ha autoproclamado su deceso imperial, interpretando un “Beat it” definitivo. Este ultracirujeado y decadente morfinómano, pobre-negro-blanco-adulto-niño-rico que fue mimado, catapultado y crucificado por el poder, en especial el mediático, se ha embarcado en un viaje eterno y sin retorno, con sus cancioncillas estridentes, presunto talento interpretativo y recontrarreconstruida persona. Paradójicamente, don Miguelito (no confundirlo con el otro famoso ratón, aunque la voz infantilizada se les parezca), proyectó ser un púber robado de su infancia. Como regalía del sistema superdeshumanizado e hipermonetarizado que lo engendró, engrió y destruyó, se autopropinó la dádiva de un Neverland, y no todos los niños corren esa suerte. Pero este supremo intratravesti tuvo su propia pasión, no necesariamente sancionada por ningún Mel Gibbson. Tanto así que cuando yo enseño la a personal a mis estoicos estudiantes de Español, siempre utilizo al ahora occiso como ejemplo, porque –según les explico a mis pacientes discípulos- M J es o era una persona, no importa lo que en realidad hubiera pretendido ser. En realidad, se la hicieron y bien negra a este super-negro-blanco. Hecho a imagen del arquetipo de la Amérika cara pálida, atravesó por varias transformaciones, físicas y aparenciales, pero todas en el reino de la imagen y el sonido. Todo esto de la mano de un comportamiento estrambótico y excéntrico. Pese a su muerte famosa y a sus alegadas desviaciones, en el fondo, el divo negro y self-made blanco -anglo cantante, anglo bailante-, no era sino un pobre muchacho a la vez abusado y engreído; malherido de muerte e inmortalidad por el cuchillo de su propia familia y los azotes del éxito devastador.

©Copyright 2009: Petronio Rafael Cevallos
ISBN 1-889225-18-9
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ecuayork.inc@gmail.com

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