sábado, 9 de octubre de 2010

ELOGIO A GUAYAQUIL POR Lenin Medina


ELOGIO A GUAYAQUIL

Por: Lenin Medina

Guayaquil, la por mil títulos ciudad procera, novia de la nacionalidad, bienamada hermana entre todas las ínclitas soberanas del Ecuador, bien merece el cántico y la loa emocionada de todos cuantos nacimos en tu generoso techo. Quienes en el ayer nos vimos cobijados por el suave rumor de trópico y en el caminar del tiempo somos tropietarios de tu belleza singular, de tu fe inquebrantable, de tu amor a las causas nobles, de tus elevadas prendas de civismo, de tus glorias y anhelos por mejores días para todos cuantos nos inclinamos bajo el mismo himno, escudo y bandera.
Gloriosa estrella la de octubre, límpido tu cielo, aureolado por la transparencia vivificante de tu equinoccio que hace de este rincón del mundo, perfumada visión geográfica, sector maravilloso de encantos, en que la naturaleza puso todos sus afanes y alegrías para darnos la Patria más hermosa del mundo.
Guayaquil, heredera de fama y celebridad, porque eres enjambre de almas creadas para el talento y el estudio, jardín amplio y sereno para la siembra de la fe y del amor a las causas nobles del civismo. Los poetas ya dijeron la frase elocuente y dichos de tus ternuras y de tu piedad. El ilustre Juan Bautista Aguirre pulsó su lira legendaria y te entregó su emoción cuando dijo:


“Guayaquil ciudad hermosa
de la América guirnalda
de tierra verde esmeralda
y de tu mar perla preciosa”

Es el amor que nace de las cercanías del alma y del corazón más entusiasmado, para encontrarte cada vez más altiva y señorial como es tu Historia, tu tradición copiosa en los siglos que se fueron, dejando el amor de tu eternidad jubilosa. Un poeta dijo: que generalmente la ciudad en que se nace es la propietaria de nuestra propia vida; más, justo es decir que cuando se abriga a ella, a su alero cosmopolita, se vierte sangre, savia y recuerdo cuando de ella evocamos su nombre y su estandarte. Su nombre evoca la legendaria estampa del aborigen indómito y enérgico que hizo también tu excelsitud. Guayaquil, bajo el dombo azul de un cielo puro y feliz, fuiste prenda entregada al rumor del río Guayas; allí están tu río y tu cerro; tu río que se desgaja en hondas hacia el mar; y, tu cerro granito de oro de tus secretos y de tus anuncios para el hoy y para el mañana.
“Vaya esta copla amigo
por la preciosa
que en el medio del Guayas
es una rosa”

Asi te dijo una inspirada del verso avecindada en tus linfas cristalinas, madrugadora en las luces de tu alba y en la aurora de tus dichas.
Tu río Guayas merece un canto de eternidad, justa meditación de aquellos que se inspiraron en tu belleza augusta y cantaron a tu Guayas:

“! Salve opulento y majestuoso río!
a tu vista imponente.
Arrebatada mi ardorosa frente
y de entusiasmo hirviendo el pecho mío
el estro exhala un canto sonoro
y te saluda ¡Oh Guayas caudaloso”

Opulencia de tus riberas, verde de tus campiñas, alegoría de tus naranjos en flor, reconditeces del alma que se recrea mañana y tarde en tu semblante de fruta olorosa de un clima vivificante que amanece de tus noches, más graciosa en la mañana con el olor de tus virtuosas mujeres, que en la noche de la colonia rezaron sus letanías y en el presente, marcan con su mirada el porvenir de tus haceres.

“¡Hidalga ciudad mía! Cuna de mis mayores
por ti se puebla el aire de rítmicas canciones
y a tu glorioso cuello como adorantes flores
se ciñe la guirnalda de nuestros corazones”

¡Hidalga! Tus blasones y mil títulos de muy noble y muy leal ciudad de Santiago de Guayaquil; que el aire purifique nuestra amorosa predisposición para cantarte en la hora crepuscular, cuando la flor más linda cierra sus pétalos, para dormir en tu regazo y mañana volver a tus brazos que apreten con amor indefinible.
En la ronda de la noche, cuando la luna apenas parpadea sus filos de azul y de brillo, en tus calles se tejieron historietas y leyendas del pasado, en tus albarradas y en tus esteros nuestros abuelos te esperaron. En el beso de la llegada del sol, astro rey, tus lilas amaneceres hicieron la decoración purpurina de tus muelles, del encaje elocuente de tus manglares, de la suavidad de tus palmeras que siendo mujeres como ellas, ciñeron su talle para darte armonía, colorido y belleza extraordinaria.

‘¡Qué leyendas se evocan! Si de un portal oscuro
a la luz de un farol se proyecta en el muro
la sombra de un transeúnte que se aleja”

Farolito de tus emociones, muros siempre amigos, los transeúntes de los tiempos modernos vemos tus recados de color en los pocos rincones de esa época. Barrio de Las Peñas querido, donde parece que aún se observa el canto de guitarras enamoradas tras las rejas escondidas de tu gracia tropical. Medardo Angel Silva te dijo en su trajín de dulces emociones:

“Imagen de mi alma tantas veces vencida
que surges cada vez más bella, más erguida
con un ritmo más puro y un ideal más nuevo”

Nada ha podido arredrar tus afanes. Has sido invencible en el peligro, tenaz en el esfuerzo, gloriosa en tu epopeya, victoriosa en el triunfo, justa en tu grandeza. Eres ciudad del porvenir:

“Si el futuro vigila tus acciones
y cual severo juez está adelante
se diga de su Historia que al instante,
reclama tus pretéritas lecciones”

Libro amplio de tus días ausentes; allí están siempre amados los nombres de tus héroes y de tus sabios, de tus sacerdotes y de tus maestros, de aquellos que dieron todo a tu fama.
¡Virtuosa Guayaquil! Tu seno cubrirá esos recuerdos que nos harán vivir. Que tus lecciones sean para la juventud; intuición y proclama de trabajo, animación de músculo, fragua de trabajo y participación del banquete de la gloria en el hacer. Ciudad de homenajes merecidos, ciudad de proclamas y clarines; las trompetas del tiempo redimidas en tu columna de Octubre, alma y centro de la ciudad. Siempre te digan:

“Reclinada en tu playa soberana
te adentras en el mar cual si quisieras
injertar en el agua tus praderas
y en el cielo la insignia ecuatoriana”

Verdad profunda la de este poema. El Ecuador entero te proclama Reina y Señora de la Patria. La historia que es fiel testigo de tus proezas, fue libre por tu generoso ejemplo. Luego de tu grito augusto y potente de aquella mañana del 9 de Octubre, todas tus hermanas se apresuraron a seguir tu noble camino: Cuenca, la Atenas del Ecuador te imitó y al rumor del Tomebamba, Tarqui, Machángara y Yanuncay llegó tu anuncio de libertad. La profecía se había cumplido. La paz venia de la guerra, de la lucha incruenta teñida de mártires. Eres entonces la dueña de nuestra independencia.

“Traiga Olmedo sus dulzuras melodiosas de trovero
Antepara los esfuerzos de su arrojo juvenil
Los fulgores de su espada redentora y fiel Cordero
y su ayuda, sus consejo y sus calmas Villamil
Que Jimena, Roca, Marcos, Espantoso y Urdaneta
y cien más, vuelvan bizarros a la intrépida legión
hagan nuevos juramentos de llegar hasta la meta
y repitan las hazañas de tu heroica redención.
En su torno se congregue este pueblo que en Octubre
escribió con sus proezas su página inmortal
y entre vítores y estruendos, bajo el manto que lo cubre,
a sus próceres entone un sublime himno triunfal.”

El bardo, el atildado poeta, el fiel seguidor de tus famas, ínclito inspirado de las musas, bien te dijo esa maravillosa verdad: Pablo Hanníbal Vela te cantó en Estampa de Guayaquil:

“Guayaquil, Guayaquil, pórtico de oro
que a la diestra del Guayas te levantas,
tienes el alma del cristal sonoro
con que vibras en todas las gargantas”

Guayaquil venimos a cantarte con la alegría de tu nombre:

“Bulla de canciones verdes
canción de espuma de mar
verde yerba morena
Puerta azul del vendaval.
De punta a punta en el tiempo
tus labios de par en par
soñando en el nuevo día
para volver a cantar”

Te saludamos con los ojos arriba, muy arriba, con el pecho lleno al pulmón del ave que se adelanta por las nubes, del cóndor gigante de los Andes. Te saludamos con el lábaro augusto que paseó tu fisonomía en campos y ciudades, con tus ríos y tus valles, con tu oración sempiterna, con tu dicha y con tu fama. Guayaquil, amada Guayaquil nuestro saludo:

“!Oh Noble Guayaquil! En tus riberas
ancló el hibrido sol de mis quimeras
y el paso de mi augusta soledad
y una ilusión de espuma y de infinito
me difumina el alma de proscrito
en tu hoguera de luz y eternidad”

Guayaquil te saludo, Guayaquil te saludamos. Ante el altar de la Patria te cantamos con el Himno del 9 de Octubre:

“Saludemos gozosos, en armoniosos cánticos
Esa aurora gloriosa que anuncia libertad,
Libertad, Libertad…”

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